miércoles, 28 de julio de 2010


Este viernes 23 de julio comienza el ciclo de lecturas Café Manco junto a la poeta Paula Ilabaca quien ofrecerá una entrevista y posteriormente hará una lectura de su producción poética. Desde las 18:30 horas en Librería Cervantes de Rancagua.


Paula Ilabaca: La joven promesa de la poesía chilena

De niña pequeña, lloraba cuando tenía que leer. Pero desde Mujercitas a los 9 años, no pudo parar de leer ni escribir más. Paula Ilabaca, la reciente ganadora del Premio de la Crítica de la Universidad Diego Portales por el libro de poesía La Perla Suelta, eso sí, aquí abre pedacitos de su vida. Una llena de aventuras, performances, perlas -sueltas, falsas y para comer- , alumnos, policías y poemas.

La chaqueta azul marino que cuelga en la silla de la oficina y tiene la placa de la PDI dice su nombre: Paula Ilabaca. Paula Ilabaca, profesora de comunicaciones, encargada de la gestión cultural y perito documental de la institución policial. Paula Ilabaca (31), quien hoy martes anda bien peinada, con botas con taco y tiene fotos de su familia y una postal de Gabriela Mistral al lado de su computador en la Escuela de Investigaciones en Pajaritos.

Paula Ilabaca que a principios de junio estaba al otro lado del mapa, de vacaciones en España junto a dos amigas y que un buen día, en un hostal de Madrid recibió un mail de la Universidad Diego Portales que decía:“Necesitamos encontrarte urgente porque has sido la ganadora del Premio de la Crítica de la UDP por tu libro de poemas “La Perla Suelta”, publicado por editorial Cuarto Propio a fines de 2009″.

Entonces Paula que tiene los ojos grandes y vivos, lloró de felicidad. También de desconcierto. Porque era la primera vez que ella, licenciada en letras y en educación de la Universidad Católica, autora del libro “Completa” (2003), “La Ciudad Lucía” (2006) y “La Perla Suelta” (2009) y poeta de diversos libros de antologías, recibía un premio tras diez años de escritura. Porque lo recibía además por “La Perla Suelta” que era bien suelta. “El libro más warrior que he sacado”.

Desde que lo había publicado, Paula había leído sus poemas haciendo las performances que siempre hace. En México, antes de leer un pedacito del libro en una ceremoniosa ronda de lecturas en el Instituto Geográfico de Ciudad de México, lanzó perlas que compró en Rosas en Santiago al piso, entre sus auditores. Y ahora en España, en la acción poética 31 Balas de Plata, se tragó un vaso lleno de perlitas plateadas para pasteles antes de leer: “Más allá, en otro espacio o bajo otro estado, el rey está profundamente dormido. Y no escucha. Y no siente. Y no sabe que la suelta espera y espera el momento justo en el que se hará la linda, para luego escapar”.

La marca de mujercitas
Lloraba la niña Paula a sus ocho años cuando tenía que leer un Papelucho para segundo básico. Lloraba, y su mamá, que se sentaba a su lado para ayudarla, le dijo un día: “Paulita, esto no puede ser. En esta casa se lee. Vamos a comprar un libro que va a ser para ti”. En la casa de dos pisos de La Florida, con papá detective, mamá secretaria y dueña de casa y tres niños -Paula, Daniela (29) y Fernando (22)-, se leía. Había una biblioteca con literatura chilena, poesía y libros de arte. El televisor pasaba la mayor parte del tiempo apagado. Por eso, su madre fue a San Diego con su hija mayor y le regaló un libro gordo de 300 páginas: Mujercitas. Paula lo leyó un verano y no lo soltó más. Tenía 9 años. “Me marcó mucho Josephine, la escritora, porque escribiendo lograba cosas, viajaba, se iba de la casa”. Entonces empezó a leer. Leer, leer, escribir y escribir. Primero, un diario de vida lleno de detalles. “Hoy fuimos con mi familia al Cajón del Maipo y comimos pollo asado”. Y después, cuando había descubierto la poesía de Huidobro, ya tenía 12 años y le gustaban algunos compañeros, poemas. Instaló en su pupitre un cartel que decía: “Escritora trabajando”, y elaboraba algunos para los amigos que vinieran a contarle sus historias de amor. “Empecé a escribir poesías, sin saber. Cuando me rimaban, las rayaba para que no rimaran tanto. Tenía el deber de que los poemas rimaran, porque así salían en los libros del colegio, pero Huidobro no rimaba. Entonces, ¿qué escribía yo?”, recuerda ella.

Fuente: María Paz Cuevas, Revista Ya, suplemento de diario El Mercurio – http://diario.elmercurio.com/

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